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'Métele galleta, cuñáo'

Relatos de andar y ver

ERNESTO RAMOS COBO

Ante río revuelto y convulso país podríamos desesperar, o desilusionar, atormentar o sorprender, actuar desde el orgullo, el enojo, cojones, lo que sea. Podríamos acabar siendo una mariposa escudriñada, someter a la ambición al mayor de los flagelos, o fallecer cansados tras quince mil intentos. Podríamos todo, salvo situarnos en la indiferencia cegatona, el cómodo diván y su control remoto. Todo menos evadirnos de esta tierra, en la que nos identificamos de la buena lengua que heredamos de los conquistadores torvos, a quienes las palabras iban cayéndoseles de los yelmos como piedrecillas.

Identificación con tierra, lenguaje, no evasión. Eso es distinto a un golpe de pecho sentimental, fruto de nacionalismo arcaico. Es cierto que los de Top Gear lanzaron contra México comentarios impropios, pero más absurda pareció la reacción institucional digna de psicólogo colectivo: "somos una ballena que se cree ajolote". (El axolotl, en este símil, se utiliza por razón exclusiva de su tamaño. Su caníbal inmovilidad, la penetración cambiante de sus ojos, es más grande que muchos misterios, y más atávica que el hombre mismo).

A veces uno quisiera que el tamiz del cerebro cerniera al estómago. Pero no se puede. Hay ocasiones que se tiene que hablar desde la molestia. Más ahora, que es evidente la descomposición creciente, el peligro de un bono demográfico desperdiciado, las limitadas oportunidades de nuestros jóvenes, toda esta violencia. Ahora, en esta circunstancia, nos desespera vernos entre los laberintos del victimista, más que atacando lo fundamental, cohesionarnos en una idea de progreso.

Pero al gobierno le faltan tamaños. Desde con Fox, que mandó al traste la transición, desperdiciando su legitimidad y capital político para el cambio, hasta con Calderón, que acrecentó su inexperiencia ejecutiva con funcionarios desconectados de la realidad del país, juniors del arribismo que no han podido con el paquete. Funcionarios que aun ahora, ante sus magros resultados, recurran al nacionalismo, al opio del pueblo, empecinados incluso en acrecentar nuestro trauma de victimismo, la resignación compartida en la carencia, la solidaridad en la frustración.

Uno se queda atónito, porque a esa filosofía del perdedor debería dársele la espalda. Perseguir la Razón de Estado, así, con mayúsculas, actuar con Motivos de Estado, y no sorprendernos con acciones (en este caso reacciones de párvulos), que son de un enanismo desconsolador. ¿Qué mensaje quieren dar de lo que somos, de lo que fuimos, de lo que seremos? ¿Cuál es la imagen del país que queremos hacia el futuro? ¿Por qué no aprovechar esa situación particular, por ejemplo, para esbozar una idea distinta del país en la globalización y para las décadas que vienen?

El engrudo es diverso y retador: tierra, migración, frontera, caos, sangre, oportunidad, bono demográfico, clima, historia, cohesión, potencial, ciento diez millones, puentes, playas, turismo, posición, geopolítica, estratégica. Virtudes y convulsos retos que exigen nueva lectura. Hasta el diablito sacalepunta chiflido pa'que te quites en el mercado a las 5 de la mañana. Hasta el viene-viene del franelero circular al aire, que lo único que quiere es oportunidades.

A mí me gustaría que desde el gobierno se impulsara la filosofía simplificadora del "Métele galleta, cuñáo". Que se limitara a acompañarnos a crecer, quitándose la etiqueta de PapáGobierno protector de niño desvalido, que camina por el parque de la mano un domingo a las seis de la tarde.

Ciudadalfabetos.com

@eramoscobo

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