Mexicanas de escándalo
En el México posrevolucionario hubo mujeres notables cuya conducta fue tildada por sus contemporáneos como escandalosa. Las buenas conciencias del siglo XX jamás les perdonaron que no se ajustaran a las convenciones a que supuestamente deben ceñirse las personas decentes.
En un país en que son mayoría las personas que la UNESCO denomina analfabetas funcionales, es decir hombres y mujeres que supuestamente aprendieron a leer, pero que en la práctica no lo hacen, es poca ya la gente enterada de esas mexicanas excepcionales. Mencionemos aquí a tres.
En Pita Amor parecían confluir la extravagancia de Salvador Dalí, la grandilocuencia de Juan José Arreola, el aplomo altanero de María Félix y la mitomanía de Diego Rivera. Escribió poesía de calidad que fue reconocida por personalidades como don Alfonso Reyes y Salvador Novo. Es una lástima que sea recordada más por sus amoríos -uno de ellos fue con Pablo Neruda- y por no usar ropa interior. Ninguna opinión le importaba más que la propia e hizo gala de una fuerte autoestima. He aquí una muestra de sus atrevidos versos: Shakespeare me llamó genial / Lope de Vega infinita / Calderón, bruja maldita / Y Fray Luis la episcopal; / Quevedo, grande inmortal / Y Góngora la contrita. / Sor Juana, monja inaudita / y Bécquer la mayoral. / Rubén Darío, la hemorragia; / La hechicera de la magia. / Machado, la alucinante. / Villaurrutia, enajenante / García Lorca, la grandiosa. ¡Y yo me llamé la Diosa!
La pintora, compositora y escritora Carmen Mondragón, llamada Nahui Ollin por Gerardo Murillo, el Dr. Atl, porque tal era el nombre de la fecha del calendario azteca para la renovación de los ciclos cósmicos, además de ser considerada una de las damas más atractivas de su época fue de veras audaz. Apasionada del feminismo y de las luchas en pro de la equidad y la justicia social, con el famoso Dr. Atl escaló peligrosas montañas y en un pequeño helicóptero exploraba cráteres de volcanes. Más tarde se involucró con el capitán de barco Eugenio Agacino quien fue el gran amor de su vida. Cuando éste murió inesperadamente por una intoxicación en Cuba, ella nunca lo pudo olvidar. Hasta el último de sus días tuvo una sábana en que había pintado a su amado capitán y se dormía abrazándola. En sus años postreros vivió rodeada de gatos, trabajaba como maestra de pintura en una escuela primaria y apenas completaba su sustento con una beca que le daba el Instituto Nacional de Bellas Artes. Se vestía de harapos y aseguraba que era la dueña del Sol porque tenía el poder de hacerlo salir cada mañana con su mirada. Por ironías del destino murió loca la atrevida dama que enloqueció con su belleza a infinidad de varones.
Antonieta Rivas Mercado que se suicidó en París en la catedral de Notre Dame llevó una existencia difícil a partir de que su madre abandonó a su padre para irse a Europa con otro hombre. Eso estrechó los lazos que le unían a su culto papá el arquitecto don Antonio Rivas Mercado quien dirigió la construcción del Monumento a la Independencia. El arquitecto se esmeró en su educación. Antonieta hablaba varios idiomas, ejerció de manera brillante el periodismo, cultivó la danza clásica y escribió obras teatrales. Así convivió con las principales figuras intelectuales de su época. Fue compañera afectiva de José Vasconcelos y lo apoyó valientemente durante su candidatura presidencial. El fraude electoral que impuso a Pascual Ortiz Rubio y las consecuentes represalias le movieron a exiliarse. Se dice que se suicidó por el desapego de Vasconcelos. De hecho, usó una pistola del autor de Ulises criollo y La raza cósmica para quitarse la vida. Es una lástima que el suicidio haya opacado su trayectoria como promotora cultural y como defensora de causas justas.
Pita, Carmen y Antonieta fueron calificadas como mujeres de escándalo. Que se estén olvidando sus aportaciones es lo que debería escandalizarnos.
Correo-e: antonioalvarezm@hotmail.com
