Mi hijo contra las verduras
Todos conocemos la escena: “¡Si no te comes las verduras no hay postre!”. Y ahí está el niño, viendo con cara de asco ese montón de hojas verdes a la par que aprende que el único objetivo de ser “castigado” al comer verduras es ser premiado con un dulce.
Para que la buena alimentación se propicie sin una lucha épica entre padres e hijos, lo primero es conocer los beneficios que aportan las verduras. Por eso, Doctor en Casa ha recurrido a una experta al respecto, la doctora Nadia Heredia, quien cuenta con un diplomado en Nutrición Clínica por el ITESM Monterrey. Ella resume la importancia de este grupo de alimentos en cuatro ideas:
1) Repercuten en el desarrollo físico y mental.
Las verduras tienen una gran cantidad de vitaminas y minerales, indispensables para procesos metabólicos que repercutirán en su desarrollo físico (talla, peso) y mental (procesos de aprendizaje).
2) Un poco de todas es mejor.
No existe un grupo de verduras específicas que sean más importantes que otras debido a que puede haber algunas de ellas que tengan mayor cantidad de cierta vitamina y/o mineral, pero menor cantidad de otras. Por este motivo, lo más recomendable es hacer una combinación de todas de tal manera que nuestros hijos adquieran la mayor cantidad de ellas.
3) Insustituibles por jarabes.
Si nuestro hijo no come verduras, estaríamos limitando su crecimiento físico y su desarrollo. Existe la creencia que con complementarlo con suspensiones o jarabes que contengan la mayoría de las vitaminas y minerales se suple la carencia, sin embargo no hay nada mejor como lo natural. Además, las verduras también proporcionan fibra, agua y un valor calórico importante para poder establecer un plan de alimentación suficiente y balanceado dependiendo también de sus necesidades físicas y de su edad.
4) De tres a cinco porciones al día.
Lo ideal es acompañar cada comida con algo de verdura. En general, lo adecuado sería un consumo de 3 porciones al día en niños pre-escolares y hasta 5 porciones en niños más grandes. El consumo varía necesariamente con la edad, dado que la actividad física y el crecimiento es diferente.
Enseñar con el ejemplo.
La escena mencionada al inicio, puede ser aún peor: la mamá le sirve al papá una ración de verduras al lado de otros alimentos y todo es consumido por él. Todo, excepto las hojas verdes que el niño sigue renuente a probar.
Si el hijo no ve que sus padres consumen verduras, será más difícil lograr que él lo haga. “Definitivamente no hay mejor educación que el ejemplo en casa. Si el niño no ve que en casa se consuman verduras frecuentemente o que no se le ofrecen en sus comidas, difícilmente las aceptará”, asegura la doctora Heredia.
Por otra parte, debemos estar alertas ante la manipulación. “A ciertas edades”, continúa la doctora, “los niños utilizan ciertas actitudes como medios de manipulación hacia los padres. Lo mejor es acostumbrarlos a comer”. En ciertos casos, la perspectiva, desafortunadamente, llega a cambiar: el hijo puede entonces hacer sentir a los padres que los recompensa comiendo verduras, porque ellos le permitieron comerse antes el postre, por ejemplo.
Entonces ¿cómo negociar con el menor?
Entendamos, antes que nada, sus motivaciones. Los lactantes mayores y pre-escolares (entre 1 y 5 años) son muy selectivos en sus alimentos y comen menos, se vuelven quisquillosos para comer y su apetito disminuye considerablemente. Pero en algún momento tendrá una respuesta natural al hambre.
Por otra parte, es posible que su preferencia por los alimentos sea muy específica, además de que los comerciales de comida en TV, tienen un impacto negativo en los hábitos alimenticios de su hijo.
Las causas para todo lo anterior son varias. Algunas de las razones:
En esta etapa disminuye su velocidad de crecimiento.
El consumo de alimentos puede ser errático e impredecible.
Hay una variedad limitada de alimentos ingeridos.
Flojera.
Distracción.
Un deseo por demasiados dulces.
Ahora sí, entendiendo esto, sigamos las siguientes recomendaciones que la doctora Nadia Heredia da a los lectores de Doctor en Casa:
1.- Si no come, no lo tome personal, no lo rechaza a usted. Recuerde que su apetito es variable.
2.- Insista pero no lo obligue: entre más lo presione para comer, menos lo hará.
3.- Ofrezca variedad de alimentos y déjelo escoger.
4.- Aliéntelo a “probar” nuevos alimentos y no permita que se sirva solamente dulces.
5.- Si los dulces no están a su alcance, éstos no estarán en la mente de su hijo.
6.- Ofrezca un alimento nuevo a la vez y en pequeñas porciones. Dé oportunidad a que su hijo pregunte por más si aún tiene hambre.
7.- Asegúrese de que la comida no esté demasiado caliente.
8.- No ofrezca comidas muy condimentadas, saladas, enmantequilladas o muy dulces.
9.- Asegúrese que la comida esté cortada “tamaño bocado”.
10.- No permita que coma y al mismo tiempo juegue, vea TV o escuche historias.
11.- La fatiga puede evitarse planeando un periodo de descanso previo a la hora de la comida.
12.- La distracción puede evitarse dándole un libro de dibujos para que se divierta, previo a la hora de la comida.
13.- Para evitar el rechazo, no ofrezca alimento o líquido por lo menos una hora o una hora y media antes de la comida.
14.- Si rechaza el alimento y finaliza el tiempo de la comida, se deberá retirar el plato, sin realizar comentarios.
15.- Los padres deben establecer el “qué, dónde y cuándo”.
16.- El niño debe adaptarse a la dieta familiar y no viceversa.
17.- No utilice la comida como recompensa a un buen comportamiento.
18.- Asegúrese que cuando su hijo pide alimentos o líquidos en verdad los quiera y no esté llamando la atención.
19.- Juegue o hable con su hijo, pero no utilice la comida como “cupón”.
¡Mucho éxito!