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Michoacán: saliva y pinole

GILBERTO SERNA

Me vi en apuros para reconocer la ciudad que se halla literalmente cubierta de oriflamas, pendones, estandartes, carteles, anuncios, así como pegatinas que cubren cuanto espacio hay en las paredes. La metrópoli, habitualmente hermosa y colonial, hoy luce descuidadamente abandonada a los antojos de los que queriéndose proclamar como los más conocidos y populares logran precisamente lo contrario. Es propaganda populachera que por lo mismo no logra impactar al ciudadano común, que mira lo mismo que ha visto una y otra vez. Los discursos dan la impresión de sosos sin más propuestas que las de cajón, con alocuciones faltas de emoción, tediosas, farragosas como si mientras más duraran harían el milagro de convencer al auditorio. Si uno con sólo verlos los fotografiara, se daría cuenta de que siempre son los mismos espectadores con caras meditabundas, mirando los relojes de pulsera a cada minuto, aburridos, aplaudiendo más que por ovacionar al orador en turno con el deseo de que pronto acabe su perorata. Es la política de estos tiempos en que los dirigentes no se emocionan a sí mismos ¿cómo van a conmover el ánimo de sus oyentes?

Las calles se ven invadidas por retratos gigantescos de candidatos que enseñan los dientes alzando mecánicamente las comisuras, queriendo demostrar que son simpáticos, cordiales, encantadores, seductores como el que más, atractivos y agradables. Que no les quepa la menor duda que estarán siempre a disposición de sus electores.

Cualquiera se convence al oír a los políticos que no tienen otro mensaje que el que les escuchamos las campañas pasadas y las antepasadas, que ahora nos da la impresión de un torneo de oratoria en que ganará la hipocresía, la falsedad, el engaño, la farsa y la santurronería. Frases vacías que no despiertan el entusiasmo de los asistentes a un mitin.

En cambio los bostezos están a la orden del día. Lo que se oye por el altavoz y de ahí a la bocina, lo que logra es el hastío, que dice el músico y poeta Agustín Lara, es pavorreal que se viste de luz en la tarde. La compra de votos es una práctica cotidiana que ha echado sus raíces en las contiendas electorales de este país. Se ha llegado a tales extremos que ni tan siquiera se le disimula. Es originada en la necesidad de nuestra gente empobrecida por los mismos que abusan mediante lo que no es otra cosa que un pernicioso soborno ante la incapacidad de enterar al pueblo de que el voto es un derecho de elegir al mejor candidato.

No hay un diálogo del que pueda desprenderse una actitud democrática. Los votantes deberán acudir a las urnas, sin otro motivo que el de sacudirse la melancolía, la postración, la hipocondría permitiendo que sean otros los que decidan quienes deben ganar los comicios, tanto al interior de los partidos como en las elecciones constitucionales. En Morelia, ciudad que gobernó en tres ocasiones Fausto Vallejo, se sabe que la especulación y los cambios de uso del suelo durante sus administraciones fueron el pan de cada día, a pesar de ser del PRI. Se dice, que Fausto da la apariencia de ser hombre justo. Donde las cuentas no checan es cuando se sabe que favoreció los negocios de empresas constructoras e inmobiliarias, beneficiadas con permisos a fraccionamientos en zonas de preservación ecológica. Se señala que apoyó, con la venia del PAN, el desarrollo de emporios urbanos diseñados alrededor de campos de golf y de gigantescos centros comerciales.

Se dice, en cambio, que las colonias populares carecen de agua suficiente, que el transporte público es viejo y decadente, además de que la capital del Estado presenta altos niveles de injusticia social y de inseguridad.

Así está el panorama en Michoacán, nada halagüeño. He dejado en este análisis elaborado con lo que todo mundo conoce, al PRD y al PAN. La única mujer compitiendo en la contienda no se sustrajo al influjo de que a la tierra que fueres haz lo que vieres. Aceptó caminar, electoralmente hablando, al lado de la profesora Elba Esther, lideresa cuya infausta trayectoria es por demás conocida. Es, desde luego, una jugada muy riesgosa. Pero aclaro que el riesgo no es para Cocoa la candidata del PAN, sino para la profe quien hasta ahora ha venido navegado de muertito, dejándose llevar por la corriente que le fue más favorable, pudiendo colgarse el milagrito de una participación con votos imaginarios.

En cuanto a la izquierda, nunca como ahora su candidato tuvo la posibilidad de llevarse la victoria. Es una entidad que aún recuerda al Tata Lázaro, por eso es que se sucedieron gobiernos perredistas una y otra vez. En fin, no habrá sorpresas, ganará quien tenga que ganar, ya lo dice el popular refrán: él que tiene más saliva, traga más pinole.

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