El Rotary Club, no es una organización destinada a defender nuestros intereses, a mancomunar los esfuerzos de una clase, de una profesión o de un grupo económico cuyo programa de finalidades sólo tiene relación con el ámbito parcial en que aquella clase, aquella actividad o aquel grupo se desenvuelve; ni siquiera es una asociación que se organiza a través de los vínculos que crean, en forma esporádica, casual o arbitraria, los dictados de la amistad, de la camaradería o la simpatía. Es más basto en su mecanismo de filantropía y verdaderamente trascendente en sus fines. El Rotary Club tiene una propiedad inherente, una estructura propia y no disputa a ninguna entidad en su camino para cumplir los propios ideales. El Rotary Club no pide nunca nada para sí ni para sus miembros, sólo tiene la conciencia modesta de sus fines.
Es un movimiento más en la historia para el mejoramiento humano, una inquietud que arrastra, que apasiona, que sublimiza y rompe las hostiles murallas del propio yo para significarse a sí mismo y para dignificar a sus semejantes. Inquietud que no puede ser estática ni limitada, ya que su amplia meta la hace incontenible o incapaz de morar en una sola persona o en un solo sitio, para lanzarla sin prejuicios y sin reparos a conquistar con su prédica y su ejemplo adeptos por todas partes, no importando las condiciones prevalecientes ni el modo que esté a su alcance: como fue con los pies descalzos en la época de los Evangelios, como fue a la cabalgata en la época de Don Quijote, y que ahora va en la rueda de nuestro Rotary como corresponde a un siglo de maquinarias, de engranajes y de ruedas.
"FORTALECER COMUNIDADES, UNIR CONTINENTES"