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Miradas encontradas

GILBERTO SERNA

 H Ay cosas que suceden en este mundo que carecen de una explicación racional. Que dos bebitas lleguen a este mundo fundidas en una sola, causa el asombro, cuando no el rechazo de una sociedad entregada a la disipación, al descarrío y a la crápula. Son dos pequeños rostros que la aberración de la naturaleza ha traído a este mundo. No pueden mirarse sin sufrir un sentimiento de piedad y conmiseración. En los primeros años del siglo pasado se veía fenómenos menos impactantes y no en seres humanos, como el caso de un becerro de dos cabezas, que daba lugar a que las personas dadas a las supercherías concluyeran que el mundo tal como lo conocemos estaba a punto de desaparecer. Era un anuncio aterrador que se originaba en la ignorancia del pueblo produciéndose un estremecimiento en los espíritus ingenuos que al no tener una explicación coherente recurrían al esoterismo. La quimera era el refugio de quienes no entendían lo que estaba sucediendo. Las malformaciones daban lugar a que se corrieran versiones descabelladas.

Aquí en Torreón allá por los cincuenta caminaba por las calles del Centro de la ciudad, calzada Colón esquina con la calle de Iturbide, hoy de Presidente Carranza, una muchacha del pueblo cuya cabeza presentaba una evidente deformación que producía escalofríos en los viandantes que no tenían costumbre de verla. Era un crecimiento anormal en la cabeza que no impidió que algún bribón la mancillara. De tal forma que transcurridos los meses necesarios, la mujer trajo a este mundo a una niña del todo normal. La compasión se apoderó de sus vecinos. Se entendió que la joven sufría de un padecimiento que la ciencia médica de la localidad, en esos días, no estaba en posibilidad de corregir. Se le veía salir de una vecindad con dirección al mercado Villa con una pañoleta cubriéndole sólo en parte la enorme teratología que casi era del tamaño de su cabeza, dando la impresión de una macrocefalia. No estaba aparte si no que era una adiposidad producto de un absceso que le nacía de un flanco del rostro. No es de dudarse que se tratara de un síndrome caracterizado por el aumento enorme, en este caso de la cabeza, conocido como elefantiasis, aunque ignoro si eso era posible como producto de una infección.

La fotografía de la niña que publicó El Siglo de Torreón es impresionante. Toma leche con las dos bocas y cierra y abre los cuatro ojos, al mismo tiempo. Es un milagro que esté viva. Me han dicho que no suelen vivir mucho tiempo. En el antiguo museo de Chopo en la ciudad de México, me parece recordar que en un frasco estaba el feto de un ser humano que se conservaba en formol con parecidas características. Era lo que llamaban una duplicación craneofacial, dos caras en una misma cabeza, compartiendo el resto del cuerpo. Me viene al pensamiento, ¿qué haría usted? ¿Dejaría que creciera si ello fuera posible?, o ¿se apiadaría buscando una solución drástica? ¿Cabría aquí la comentada Eutanasia? ¿La encerraría, en su caso, a piedra y lodo, para evitar la curiosidad malsana del populacho? ¿Sería justo para ella mismas crecer en una sociedad que la miraría con lástima, sino es que con horror? Lo peor sería su explotación por empresarios circenses que avizoraran en la explotación del morbo un gran negocio.

Bien, la foto nos hizo recordar a Jano, rey legendario de Lacio, que tenía la facultad de ver el pasado y el porvenir, por lo que se le representaba con dos rostros, mirando cada uno en dirección opuesta, mostrando una imagen bifronte. Dio nombre al primer mes del año. Estaba dotado de una gran clarividencia. Es el dios de los momentos en que se traspasa el umbral que separa el pasado y el futuro. Un dios de la mitología romana cuyos templos sólo se abrían durante el tiempo de guerra, pues cuando Roma estaba en paz, las puertas se cerraban. Su protección se extiende hacia aquellos que desean variar el orden de las cosas, (de ahí que los humanos se hagan propósitos de renovación al inicio de un año en que se promete cambiar ciertas conductas personales, como no fumar, no comer demasiado, hacer ejercicio, etcétera). En todos los hogares se le dirigía la plegaria matutina, y en toda tarea doméstica se buscaba su asistencia. En fin, una niña con dos rostros revela la sociedad en que vivimos: una mitad de ciudadanos mirando hacia un lado y los otros mirando en sentido contrario. O lo que es lo mismo una sociedad dividida, una hundida en la pobreza, la otra en la opulencia. Las dos alojadas en un mismo cuerpo social.

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