El viajero entra con paso de romero en la catedral de Oaxaca.
(Si bien se mira, toda Oaxaca es una catedral. Así, la del obispo es una catedral adentro de otra).
Entra el viajero, y contempla a los lados de la puerta las imágenes de la Esperanza y de la Fe. Aquélla muestra un ancla, pues la esperanza es áncora con que nos aferramos hasta a lo imposible. La Fe tiene en los ojos una venda, pues no necesitamos vista de ojos para mirar lo que nada más los ojos del alma pueden ver.
El viajero se pregunta por qué no figura ahí la tercera de las virtudes teologales, que es la Caridad. Ella, decía San Pablo, es la más importante de las tres. La respuesta se la da al peregrino el Cristo que está sobre el altar: la caridad no es otra cosa que el amor; Dios es amor, y si Dios está en todas partes, en todas partes debe estar su amor.
Fe y Esperanza, sí, con ancla y venda. Pero por sobre todas las cosas el Amor, esa oración que decimos a Dios cuando hacemos el bien a sus criaturas.
¡Hasta mañana!..