Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que oyó cantar a Victoria de los Ángeles, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó.
-Backster, estudioso de la conducta de las plantas, hizo un curioso experimento. Designó a seis de sus alumnos, y tras colocar dos plantas en una habitación cerrada les pidió que uno de ellos, escogido por sorteo secreto, fuera a la habitación, "asesinara" a una de las plantas, destrozándole sus hojas, su tallo y su raíz. Después, sin saber quién era el "asesino", Backster conectó un polígrafo a la planta sobreviviente, y ordenó luego a los estudiantes que entraran uno por uno en la habitación. Cuando llegó el culpable, Backster lo identificó: la planta testigo reaccionó de modo tal que el aparato registró cambios que no se habían producido al entrar los otros.
-Tenía razón Shakespeare -siguió diciendo Jean Cusset-. "Hay más cosas en los cielos y en la tierra que las que alcanzaron a soñar juntas todas tus filosofías".
La amiga de Cusset, que mientras él hablaba estaba pensando en otras cosas, le preguntó de pronto:
-¿Me amas?
-No te lo puedo decir ahora -respondió él bajando la voz-. Nos está oyendo mi rosal.
¡Hasta mañana!..