Reunidos en la plaza pública los hombres y las mujeres de la aldea le dijeron a San Virila:
- Queremos ver un milagro.
- Está bien -concedió Virila-. Pónganse de este lado las parejas que hayan sido felices en su matrimonio; que hayan pasado los años de la vida en el amor; que hayan sido tolerantes el uno con el otro, disimulando sus defectos y perdonándose sus mutuas faltas; que hayan educado a sus hijos con el buen ejemplo, y les hayan trasmitido la fe en la existencia de un Dios amoroso, el respeto a la vida, el cuidado de la Naturaleza, la alegría de vivir, la noción de lo que se debe a los demás, y también -cosa muy importante- una buena dosis de sentido del humor.
Cien parejas se separaron de la muchedumbre y se colocaron al lado del santo.
-¡Magnífico! -dijo entonces San Virila con una gran sonrisa-. Querían ustedes ver un milagro. ¡Tengo el gusto de presentarles cien!
¡Hasta mañana!..