Jean Cusset, ateo con excepción de cuando lee a fray Luis de Granada, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas como siempre- y continuó:
-Todas las religiones que en el mundo han sido se fincan en dos sentimientos de los hombres: su miedo y su esperanza. Tememos a lo desconocido -por ejemplo, a lo que hay después de la muerte- y necesitamos conjurar ese temor. Las religiones nos lo disipan con promesas que son fuente de esperanza.
-De eso -siguió diciendo Jean Cusset- del miedo de los hombres y de aquello que esperan, viven los profesionales de la religión. Sin embargo, no pueden ya ser ellos como los magos de la antigüedad, que vivían de la mentira. Ellos deben vivir de la verdad, y la única verdad es el amor: en el amor que une a los hombres se acaba todo miedo; por él vive la esperanza en el 'último, definitivo Amor'.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...