El Señor estaba triste.
-Padre -le preguntaron Adán y Eva con filial preocupación-. ¿Por qué estás triste?
Respondió Él con apesadumbrada voz:
-Es que ya nadie cree en Mí. Antes nadie dudaba. Ahora hasta los niños se resisten a aceptar mi existencia.
Así dijo el Señor. Calló otra vez, y se sumió de nuevo en sus tristísimas meditaciones.
Lo dejaron Adán y Eva y se alejaron por el camino abajo. Y le dijo Eva a Adán:
-Oye: ¿por qué no traemos a la cigüeña y a Santa Claus, para que lo consuelen?
¡Hasta mañana!..