Llegó el número uno y dijo:
-Soy el número uno. El primero, y por lo tanto el más importante.
Al oír eso los demás números -incluyendo al cero, que también es número-, decidieron desaparecer.
El uno, entonces, quedó solo.
Y solo ya no fue nada. Fue menos aún que el cero. Sin la compañía de los demás números no sirvió ya para nada, pues no servía ya.
Se arrepintió, pues, de su soberbia. Llamó a los otros números y les pidió perdón por su arrogancia. Había entendido que sin los demás todos somos nada. Cada uno vale por los otros. Nadie existe solo. No siquiera el número uno.
¡Hasta mañana!..