Cuenta un gracejo antiguo que dos frailes, franciscano el uno, dominico el otro, iban por un camino. Llegaron a un arroyo que debían cruzar.
-Hermano -le dijo el dominico al franciscano-. Tú vas descalzo. Pásame a cuestas, para que no se mojen mis sandalias.
Aceptó con humildad el franciscano. A medio arroyo se detuvo, sin embargo, y preguntó al dominico:
-Hermano: dime: ¿traes algún dinero?
Respondió el de Santo Domingo:
-Dos monedas de un real.
-Perdona entonces, pero la regla de mi orden me prohíbe cargar dinero.
Y así diciendo dio con el dominico en el agua.
De este ingenuo relato saco una conclusión: el que se quiere pasar de listo encuentra siempre alguien más listo que él.
¡Hasta mañana!..