-Soy el lugar común.
Así me dijo lisa y llanamente. Yo lo reconocí: es fácil reconocer los lugares comunes. Le mencioné a manera de saludo:
-De usted habla el poeta Rafael López en un soneto alejandrino que dedicó a Ramón López Velarde. Dice de usted que es "el terrible enemigo".
-De nadie soy enemigo -replicó el lugar común-. Antes bien soy amigo de todos, pues les ahorro la fatiga de pensar. Si no hubiese lugares comunes las conversaciones se dificultarían bastante.
Le pregunté usando un lugar común:
-¿En qué puedo servirle?
Me pidió:
-Diga a sus lectores que decir "lugar común" es un lugar común.
-Lo haré con mucho gusto -respondí.
Y ése era otro lugar común,
¡Hasta mañana!..