Contrariamente a lo que dicen los predicadores, Dios sabe sonreír.
Su sonrisa se llama "primavera".
El buen Dios nos da siempre su amor, pero en la primavera nos lo envuelve en flores.
Dios y la primavera se parecen en una cosa: siempre llegan cuando más los necesitamos. En el frío del alma la fe nos ofrece su luz y su calor. Tras el invierno la tibieza de los días primaverales es una caricia para nuestro cuerpo.
La cuaresma, invención de los hombres, es de color morado. La primavera, creación de Dios, tiene todos los colores: es rojo amor, y azul muchacha, y verde campos, y amarillo sol.
Después del verano de la vida viene el otoño, y el invierno viene. Pero la primavera es vida que no acaba nunca. Pensamos se ha ido para siempre, pero está ahí, a la vuelta de la esquina, para empezar todo de nuevo.
Este día abrazo a la primavera, y otra vez le digo: "¡Espérame!".
¡Hasta mañana!..