San Virila iba camino del convento cuando un hombre se echó a sus pies y le contó llorando:
-¡Padrecito! Tenía yo un asno que me servía para arar mi campo. Anoche vino un oso y lo mató. ¿Qué voy a hacer ahora?
Fue al bosque San Virila, buscó al oso y lo reprendió por aquella mala acción. Le dijo que para expiar su culpa haría el trabajo que antes hacía el asno.
A la mañana siguiente los aldeanos quedaron mudos de asombro: su vecino estaba arando el campo con la ayuda de un manso oso.
Sucedió, sin embargo, que el hombre maltrataba a la pobre bestia, y no le daba de comer en justo pago a su trabajo. Meneó la cabeza, triste, San Virila, y dijo:
-El oso se equivocó. Mató al asno bueno.
¡Hasta mañana!..