Murieron el mismo día un humilde creyente y un celebrado teólogo, y juntos llegaron a la morada celestial.
El teólogo pensó que de inmediato el Señor lo admitiría en su casa. Después de todo había sido un profesional de Dios. Se sorprendió bastante, entonces, cuando el Padre hizo entrar primero al hombre humilde. Con la confianza que a sí mismos se otorgan los que creen tener amistad personal con Dios, el teólogo le preguntó al Señor:
-¿Por qué lo admites a él antes que a mí?
Contestó Dios:
-Porque él se buscó siempre en mí. Tú, en cambio, siempre me buscaste en ti.
Dijo el teólogo, desconcertado:
-No te entiendo.
Respondió con una sonrisa Dios:
-Tampoco yo te entendí nunca a ti.
¡Hasta mañana!..