El Dios del Antiguo Testamento y el del Nuevo son tan distintos entre sí que parecen ser dos dioses. De hecho en los primeros tiempos del cristianismo hubo heresiarcas que sostuvieron tal idea.
En efecto, Yavé es un dios colérico, ceñudo, dado a castigos y venganzas. Parecía solazarse en fustigar a los humanos con plagas espantosas; hacía caer sobre ellos agua o fuego, y les pedía terribles sacrificios.
El Nuevo Testamento, en cambio -el de Jesús-, hace de Dios un Padre misericordioso, lleno de amor y de perdón.
Creo entender la causa de eso.
El Dios del Evangelio tuvo una mamá.
¡Hasta mañana!...