Don Abundio señaló la luna en creciente y me dijo con absoluta certidumbre:
-Va a llover.
Le pregunté por qué.
-La luna está inclinada -respondió-. Mírela: parece una jicarita que va a derramar su agua.
El sábado -víspera del día de San Isidro Labrador-, el agua de la jicarita cayó sobre el sediento huerto que luego de siete meses de sequía había olvidado ya hasta el nombre de la lluvia.
La tierra agradeció en aromas el regalo. Así, a tierra agradecida, huele el cuerpo de la mujer cuando el amor del hombre llueve en ella. Así, a barro agradecido, huele el cuerpo del hombre después de que lo rinde la mujer.
¡Hasta mañana!...