Llegaron sin avisar y me dijeron:
-¿No sabe quiénes somos?
¡Qué pregunta ésa! Cuando alguien la hace pone al otro en el apuro de recordar quién es, y en la pena de no recordarlo. Así, yo he optado por contestar esa pregunta con una lacónica respuesta: "No".
-Somos las viejas rencillas -me dijeron-. Alguna vez usted escribió que siempre aparecemos como culpables de pleitos que generalmente acaban mal, y añadió que muchos de esos desaguisados se deben a nuevas rencillas. Siempre le hemos agradecido esa defensa.
-Nada tienen que agradecer -respondí-. Estoy siempre a sus órdenes.
Y luego me alejé. Soy hombre de natural pacífico, y no me gustan las rencillas, ni viejas ni nuevas.
¡Hasta mañana!..