Einstein era profesor en Princeton. Sus colegas veían que cada tarde lo visitaba una niñita que vivía al otro lado de la casa del célebre científico.
Cierto día uno de ellos le preguntó al maestro a qué se debían esas visitas.
Contestó Einstein, sonriendo:
-Ella me lleva galletitas, y yo le ayudo con su tarea de aritmética.
Albert Einstein, de sobra está decirlo, era un genio.
Su grandeza, a mi juicio, no está en la Teoría de la Relatividad, ni en ninguna de las brillantes aportaciones que hizo a la física y a las matemáticas.
Su calidad de gran hombre se muestra en el sencillo hecho de que lo dejaba todo para ayudar a una niñita a hacer su tarea de aritmética.
¡Hasta mañana!..