Murió en Monterrey mi amigo Roberto “Babi” Herrera. Él no lo supo, pero desde antes de nacer le puso Dios sobre los hombros una preciosa cruz: la música. Quien la lleva consigo sufre y goza al mismo tiempo. Es un bello arte la música, pero es también una dura profesión.
Yo quise desde siempre alBabi Herrera. Pianista joven él, niño yo todavía, me acompañó a cantar “Rayito de sol” en el Club de los Madrugadores de la XEDE, en Saltillo, donde los niños cantábamos o recitábamos antes de ir a la escuela. Años después, cada vez que entraba yo con mi novia al merendero que los hermanos Mena pusieron en Arteaga, elBabi interrumpía siempre la pieza que en esemomento estaba interpretando, y empezaba a tocar en su piano “Cabellera rubia”, el bello bolero de Lara. Y es que mi novia -lo es todavía -era una linda muchacha -lo es todavíade larga trenza blonda que a la cintura le llegaba.
Un amigo más que se va. Un amigo más que no se va.
Con su vida Roberto “Babi” Herrera hizo mejor la vida de su prójimo. En muchas vidas está, entonces, la suya.
Necesitarían acabarse todas esas vidas para que la vida del “Babi” Herrera se acabara.
¡Hasta mañana!...