Me habría gustado conocer a Anthony Burgess, escritor inglés.
A él le debemos esa siniestra pesadilla que hace 40 años llevó al cine Stanley Kubrick: "La naranja mecánica".
Era niño cuando por azar escuchó en el radio de su casa "un sonido exótico, sinuoso, erótico". Era la flauta del Preludio a la Siesta de un Fauno, de Debussy.
"Ese día descubrí -escribiría después- lo que es la música: la expresión, imposible de manifestar con palabras, de una realidad espiritual".
Me habría gustado conocer a Anthony Burgess. Desde el principio de su vida supo que la música, ese viento que dice las cosas sin decirlas, nos permite sentir el soplo del espíritu, y asir de esa manera lo inasible.
¡Hasta mañana!...