La línea recta estaba muy orgullosa de sí misma, pues le habían dicho que el camino más corto entre dos puntos es la recta que los une.
Actuaba con soberbia, y a las demás líneas las miraba por encima del hombro.
Un día, sin embargo, le pidieron que hiciera un círculo.
No pudo.
Ni siquiera pudo hacer un semicírculo.
Tuvo que llamar entonces a la línea curva, a la que siempre había visto con desdén.
Aprendió así la línea recta que todas las líneas son necesarias, aun las que no son como ella.
Y supo que el camino más corto entre dos seres es siempre el camino del amor.
¡Hasta mañana!..