San Virila salió de su convento una mañana. Iba al pueblo a pedir el pan para los pobres.
Cuando llegó a la aldea encontró que había hambre. Nadie tenía pan.
El santo, entonces, hizo un montón de piedras, y con un movimiento de su mano las convirtió en pan. Ricos y pobres pudieron comer de él.
Cuando San Virila volvía a su convento el Señor lo reconvino. Le dijo:
-El milagro que por tu medio hice era sólo para ayuda de los pobres.
Respondió humildemente el frailecito:
-Señor: delante de Ti todos somos pobres.
¡Hasta mañana!..