Llegó sin avisar, y se presentó a sí mismo:
-Soy el ángulo recto.
Yo, que nunca lo había visto en persona, acerté apenas a decirle:
-Celebro conocerlo, y lo felicito por su rectitud.
Me dijo:
-Si soy recto no es por mis méritos: así nací.
-Entonces -intenté una réplica-, lo felicito por su modestia.
-No lo haga -contestó-. Corro el peligro de que en vez de llamarme "ángulo recto" me llamen "ángulo modesto".
Ya no dije nada, pero pensé que el ángulo recto era bastante anguloso.
¡Hasta mañana!...