En el solar de la casa del Potrero crece una higuera bíblica.
Es bella, y da abundante fruto, como las bienaventuranzas. Sus higos son oscuros y dulces, igual que un amor prohibido, y sus hojas ponen en el pensamiento reminiscencias de Eva.
Yo quiero mucho a esta higuera, por femenina. Sus frutos, aun con nombre masculino, poseen ocultas formas de mujer. Sobre la mesa de la cocina esta cesta con higos me recuerda dos paraísos: el perdido, y el que por obra del amor los hombres y las mujeres recobramos.
Hago una acción de gracias por mi higuera, y la bendigo por los frutos que nos da. Sus higos son memorial del libro santo y de los santos misterios que residen en las mujeres y en la vida.
¡Hasta mañana!...