A los 50 años de su edad aquel hombre llamado Pacífico se convirtió a la fe después de oír una prédica de San Francisco.
Era el año de 1225. Surgió una grave disensión entre el podestá y el obispo, y Pacífico fue llamado para conciliarlos. Nada pudieron sus argumentaciones; los dos pugnaces hombres iban lanzar uno contra otro sus ejércitos. Cuando ya se aprestaban a combatir Pacífico les pidió que esperaran, y empezó a recitar desde un otero el "Cántico del Sol" que el santo de Asís acababa de componer:
"... Loado seas, Señor, por todas las criaturas, especialmente por el hermano Sol, que nos da el día y nos alumbra... Loado seas por la hermana Tierra, nuestra madre, que nos lleva sobre sí y nos alimenta... Loado por aquellos que perdonan y perseveran en la paz...".
Llorando, los irreconciliables enemigos se abrazaron. Y dijo entonces Pacífico dando gracias a Dios:
-La poesía es también una oración.
¡Hasta mañana!...