Cuando sale la luna llena en el Potrero yo me hago a un ladito para no ser arrollado por la gran rueda lunar.
¡Qué luna ésa tan llena! Llena con su radiosa luz todos los ámbitos. Si al Potrero llegaran los periódicos -no llegan, demos gracias a Dios- podríamos leerlos a la luz de esa luz, para no gastar la létrica, como se llama aquí la luz hecha por los hombres.
Ahora no hay luna llena. Está en creciente. Se ve como un paréntesis al que le falta el otro en la página oscura de la noche.
Según la posición de esa mitad de luna la gente del Potrero sabe si va a llover o no. Cuando la luna está inclinada, como una jicarita que deja escurrir su agua, es que habrá lluvia.
Así, como mujer que se tiende de espaldas para darse, está la luna ahora. Y yo agradezco ese futuro don con la seguridad de que la lluvia llegará. Nunca faltan los males, eso es cierto, pero tampoco falta nunca el bien de Dios.
¡Hasta mañana!...