Llegó sin anunciarse y dijo:
-Soy el número uno.
En efecto: era él. Le dije:
-Me da gusto conocerlo.
Añadió:
-Pero a más de ser el número uno soy el número uno. Quiero decir que estoy antes que todos los demás números.
Yo pensé en el cero, que por representar la nada está antes que todo. Pero no se lo dije: siempre es difícil decirle algo a quien se siente el número uno. Lo felicité entonces, por ser el número uno y por ser el número uno.
Él se alejó en forma descortés, sin siquiera despedirse. Así actúan quienes se sienten el número uno.
¡Hasta mañana!...