"Cantando la cigarra pasó el verano entero".
La hormiga, en cambio, trabajó todo el tiempo.
Llegó el invierno, y la cigarra no tuvo qué comer.
Se inscribió entonces en los programas de la beneficencia pública, y el Gobierno le dio comida que tomó del granero que la hormiga había llenado con su trabajo.
La cigarra siguió cantando, pues, y la hormiga siguió trabajando para que el Gobierno pudiera mantener a la cigarra.
Este relato tiene una moraleja: las moralejas de antes ya no sirven.
¡Hasta mañana!...