San Virila salió de su convento. Iba al pueblo a pedir el pan para los pobres. Antes de salir se envolvió en su vieja capa, pues soplaba un viento helado que congelaba hasta los pensamientos.
Cuando llegó a la aldea supo que en ella estaba el conde. Había ido a cobrar el tributo que le debían sus vasallos. El pueblo, mudo, lo miraba pasar con su cortejo.
Entre la gente estaba una niñita que temblaba de frío. San Virila se quitó su capa y la cubrió con ella.
-Sigo teniendo frío -gimió la pequeña.
San Virila hizo entonces un movimiento con su mano, y la riquísima capa que cubría al conde fue por el aire, se enredó al cuerpo de la niña y le dio su calor.
Molesto, el conde le preguntó a Virila:
-¿Por qué hiciste ese milagro?
Le contestó el humilde fraile:
-Lo sabrás cuando en ti se haga el milagro de que sientas lo que los pobres sienten.
¡Hasta mañana!...