Cuando el patriarca Abraham tuvo su primer nieto, le dijo a Sara, su mujer:
-Éste es un premio que me manda Dios.
Sara, intrigada, le preguntó:
-¿Un premio? ¿Por qué?
Respondió Abraham:
-Por no haber matado a mi hijo cuando era adolescente.
Hoy es el Día del Abuelo. Evoco a mamá Lata, la madre de mi madre, que guardaba en la sala de su casa una preciosa colección de porcelanas -platitos y tacitas- que había ido reuniendo al paso de los años. Cuando de niños íbamos a visitar a la abuela, mi padre nos prohibía entrar en su sala, pues podíamos romper alguno de sus tesoros. Ella protestaba con firmeza: "¡Aquí en mi casa a mis nietos no se les prohíbe nada! A ver, hijito: ¿qué quieres quebrar? ¿Taza o plato?".
¡Felicidades a todos los abuelitos y abuelitas!
¡Hasta mañana!...