Esta que voy a contar es una historia de amor.
Quizá la historia sea prosaica, pues pertenece a la prosa de la vida diaria. Pero aun así es una historia de amor. Y el amor elimina todo prosaísmo.
Todas las mañanas la joven recién casada le servía a su esposo un jugo de toronja en el desayuno. Cierto día, después de cinco o seis meses de matrimonio, por primera vez no se lo sirvió.
-Discúlpame -le dijo-. No hallé toronjas en el súper.
Con una sonrisa le contestó el muchacho:
-No te preocupes, mi amor. Y si no quieres ya no me lo sirvas. Siempre he odiado el jugo de toronja.
Ya dije que ésta es una historia de amor. Con o sin jugo de toronja.
¡Hasta mañana!...