El Señor hizo al hombre.
De barro lo formó, y con un soplo le infundió el aliento de la vida.
Llegó el Espíritu y vio a Adán.
Meneó la cabeza en mudo gesto de desaprobación, y le dijo al Creador:
-¿Qué no puedes hacer algo mejor?
El Augusto, molesto, respondió:
-¡Claro que puedo!
Y lo demás ya lo sabemos.
¡Hasta mañana!...