Llega el viajero a Iratxe, en el camino de Santiago, y no puede creer lo que sus ojos ven.
Hay en ese antiguo lugar de Navarra una fuente pública que tiene dos espitas: de una sale agua -es lo común-, pero de la otra -insólito prodigio- sale vino.
Ahí el viajero calma la doble sed que siente: con el agua seda la sed del cuerpo; la del espíritu, con vino.
Luego prosigue su peregrinaje.
Ahora va contento.
Bien lo decía el refrán jacobeo:
"Para andar el camino, pan y vino".
¡Hasta mañana!...