México es mágico. En este país la más desaforada fantasía puede llegar a tener peso de verdad, y la más contundente realidad puede ser ilusoria fantasmagoría.
El pueblo es dueño al mismo tiempo de la verdad y de la imaginación. Los ricos y poderosos mienten, porque el poder y el dinero hacen mentir. Y están negados para la fantasía, pues son tan ciegos que nada más lo que existe pueden ver. El pueblo, en cambio, habla con la verdad, y sueña, y cree. Esos son oficios de niños, de sabios y de santos.
En un viaje por Tehuantepec oí decir que hubo en tierras surianas una lengua de indios que sólo podía hablarse cuando había luz de sol o de hoguera. Y es que esa lengua se expresaba con palabras y señas: una cierta voz acompañada por un cierto ademán tenía un significado; acompañada por otro gesto quería decir otra cosa bien distinta. De ese modo sólo se podía entender al hablante si se le veía.
Ya desapareció esa lengua, pero existió en verdad. Es una de las muchas cosas de magia que he encontrado en mis andanzas de juglar por este maravilloso, mágico país.
¡Hasta mañana!...
