Necesitaba amor mi amigo. Una larga historia de amor había terminado para él en el capítulo triste de la soledad. Fue entonces cuando alguien le regaló un cachorro. Molestia al principio, se le fue haciendo curiosidad, luego grata costumbre y al último declarado amor. Jugaba con él, paseaba con él, iba al campo con él. Pienso que a veces, cuando no había nadie, hablaba con él. Y yo, que conocí aquel perro, no dudo que el animal le contestaba. Cuando no había nadie, claro.
A la edad de 14 años, edad venerable en un perro, según sé, murió ese hermoso animal. Mi amigo lloró -me confesó después- cuando regresó de sepultarlo bajo un pino de la montaña, donde su perro gustaba de dormir una siesta después de perseguir por juego a los conejos y las mariposas.
Y, sin embargo, el otro día lo sorprendí buscando en los avisos de ocasión los anuncios de mascotas. Me dice que va a comprarse otro cachorro. Y añade que está seguro de que ésa es la única manera que hay en el mundo de comprar con dinero un verdadero amor.
¡Hasta mañana!...