Este señor tiene 89 años. Su esposa es dos años menor que él. Son pobres: la pensión que él recibe les alcanza apenas para comer y para pagar los recibos del agua, luz y gas. Pero sus hijos e hijas les ayudan, y están pendientes siempre de lo que necesitan.
Viven los dos llenos de achaques. Él apenas puede caminar; ella padece artritis y tiene problemas para hacer las faenas de la casa. Pero sus hijas e hijos no los dejan solos: todos los días los visitan; los asisten en lo que pueden; los llevan con el doctor y les compran las medicinas que requieren.
A veces ella se desespera. Por la noche, cuando se quedan solos, le pregunta a su esposo con voz triste:
-¿Por qué Diosito no se acuerda de nosotros? ¿Por qué nos deja seguir viviendo, tan viejos como somos y tan enfermos como estamos?
Él le responde, sosegado:
-Lo hace para probar el amor de nuestros hijos e hijas, y darles después el premio que merecen.
¡Hasta mañana!...