Llegó sin anunciarse y me dijo:
-Soy la duda.
-No lo dudo -le contesté-, pero en estos dudosos tiempos debe uno dudar de todo. ¿Cómo puedo tener la indudable certidumbre de que es usted la duda?
-No lo dude -replicó ella-. Y hágame este servicio: con frecuencia he leído en sus artículos la frase: "No cabe duda". Decir eso es soberbia. Ha de saber usted que la duda cabe en todas partes, y que se aprende más dudando que admitiendo por cierta alguna cosa.
-Tomaré muy en cuenta su recomendación -le prometí. Y me respondió:
-Lo dudo.
¡Hasta mañana!...