Tenemos en el Potrero un grupo de sembradores que no reciben sueldo.
Lo forman las ardillas. Incansables, recogen las nueces caídas y las esconden bajo tierra. Pasan los días. Algunas de esas semillas olvidadas germinan, y aparecen por todas partes pequeños nogalitos que trasplantamos después y usamos para injertar en ellos nuevos árboles.
Los hombres desperdiciamos mucho. La naturaleza no desperdicia nada. Todo en ella es valioso, todo es útil. Quizá nosotros también somos semillas, y luego árboles que el jardinero de la vida emplea para hacer los injertos que perpetúan su huerto.
No lo sé... Pero esas pequeñas hermanitas mías, la ardilla y la nuez, seguramente sí lo saben.
¡Hasta mañana!...