¿Recuerdas, Terry, amado perro mío, cuando se nos hizo de noche en el bosque y yo extravié el camino?
Tú me seguiste, pero notaba yo que ibas inquieto. De pronto te detuviste, y luego echaste a andar en dirección contraria a la que yo había tomado. Algo me dijo que ahora yo era el que debía seguirte. Así lo hice, y después de una hora de caminar llegamos a donde estaba nuestra camioneta.
Siempre he pensado, Terry, que fuiste un ángel disfrazado de cocker spaniel. Aquella noche tuve la certidumbre de que lo eras. No todos los ángeles tienen alas de plumas. Tú las tenías en forma de largas orejas afelpadas. Con ellas debes andar volando ahora por los cielos de Dios. Cuando lo veas recomiéndame con Él.
¡Hasta mañana!...