Don Abundio no tiene reloj. El sol, dice, es su reloj. Él se levanta cuando el primer claror de la mañana asoma sobre el picacho de Las Ánimas; va a su casa a comer cuando el sol llega a la mitad del cielo, y termina sus faenas cuando el crepúsculo juega a ser pintor sobre las crestas de la serranía llamada el Coahuilón.
A don Abundio el cambio de horario no le va ni le viene. Y es que él no viene ni va con el reloj. Es dueño de la serenidad de aquel a quien no le preocupa la hora que es. Un día le pregunté por qué no usa reloj. Me contestó: "Para que el reloj no me use a mí".
Ayer, cuando ponía yo la nueva hora, don Abundio me dijo que mi reloj le recuerda una manea. La manea es la soguilla que en el campo se usa para maniatar a los caballos. Ahora cada vez que me ponga el reloj sentiré que yo mismo me estoy maniatando.
¡Hasta mañana!...