Cuando el Señor acabó de hacer el mundo, Adán le dijo con admiración:
-¡Qué maravillas creaste, Señor! El universo que salió de tus manos es un prodigio de perfección. Todo está sometido a un orden riguroso; reina una armonía completa; la infinitud del cosmos obedece a una exacta previsión.
-Lamento decepcionarte -le contestó el Creador-, pero realmente no es así. Muchas cosas suceden por azar; otras son imagen del caos que había en un principio.
-No entiendo, Señor -dijo lleno de confusión Adán-. Yo tenía la idea de un universo perfecto.
-¿Y qué querías que hiciera? -le respondió con enojo el Señor-. ¡No tenía computadora!
¡Hasta mañana!...