Le preguntaron a André Gide quién era el mayor poeta de Francia en el siglo diecinueve. Con tono lastimero respondió:
-Hugo, hélas!
Es decir:
-¡Hugo, ay de mí!
Tan gran personaje fue Víctor Hugo que se veía obligado a actuar como Víctor Hugo. Con él iba la grandilocuencia. No podía decir una frase sin hacer una frase.
Y sin embargo encontré en una página perdida una sencilla reflexión del escritor. Aquí la pongo:
"Afronta con valor las grandes penas de la vida, y con paciencia las pequeñas. Cumple bien tu labor de cada día, y luego ve a tu casa a descansar. Y duerme en paz. Recuerda que Dios está despierto".
¡Hasta mañana!...