"El que con lobos anda a aullar se enseña".
Así dice el sabidísimo refrán.
Sin embargo aquel hombre que andaba con lobos no aprendió a aullar.
Los lobos se esforzaban en enseñarle sus aullidos, pero el hombre era incapaz de aprenderlos. Trataba de imitarlos, pero de su garganta salían sólo gañidos desmañados que estaban muy lejos de parecer aullidos.
Los lobos, desesperados ya, renunciaron a su empeño de maestros. Sin embargo le habían cobrado afecto a su discípulo. Lo amaban. Y entonces sucedió un milagro: en vez de que el hombre aprendiera a aullar, los lobos aprendieron a hablar.
Nunca he gustado de las moralejas, pero de este relato saco una: el amor hace milagros, aun entre los lobos.
¡Hasta mañana!...