"Con un dólar ya no se compra nada". Así suelen decir nuestros vecinos.
Yo con un dólar compré una maravilla: la pequeña figura en cerámica de un correcaminos. La vi en el mercadito que cada domingo se pone frente a la biblioteca pública de Port Isabel, Texas, y pregunté su precio al vendedor, un hombre anciano.
-Cuesta 2 dólares -me dijo-. Pero veo que le gusta. Se la doy en uno.
Yo quiero mucho a esa ave, el correcaminos. Cuando de niño salía al campo con mi padre siempre se nos aparecía alguno, y yo gozaba viendo su veloz carrera.
Tengo ahora sobre mi mesa de trabajo la imagen del presuroso pájaro, y evoco aquellos años en que la vida era para mí agua clara, y no oscuro vino, amargo a veces.
¡Hasta mañana!...