Este mes yo le digo a toda dieta: "Diciembre me gustó pa' que te vayas".
Sé muy bien que la gula es pecado. Pero mayor pecado es no incurrir en gula cuando se tiene la riquísima alacena de Navidad que los mexicanos poseemos.
¿Cómo decir que no a los tamalitos, sobre todo a los saltilleros que hace para nosotros doña Rosa, con rico recaudo de puerco, pollo o dulce? ¿Cómo negarse a estos buñuelos que se deslíen en la boca como hostias con azúcar y canela, hechos por manos arcangélicas? ¿Cómo desairar a quien te ofrece la humeante taza de su champurrado, cada sorbito un sol que hace huir al más frío frío de los fríos y al más invernal de los inviernos?
Voy a pedirle al Papa que en diciembre la gula sea excluida -al menos en México- de la lista de los pecados capitales. Si el Santo Padre prueba estos santísimos tamales, estos buñuelos celestiales y este milagroso champurrado, de inmediato accederá a mi petición.
¡Hasta mañana!...
