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MIRADOR

ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

La diva descalza murió el sábado.

A Cesária Évora se le llamaba así porque salía al escenario sin zapatos. Descalza cantaba las canciones de su pueblo, el de las islas portuguesas de Cabo Verde. Aunque no se entendiera la letra de esas mornas, su melodía, evocadora de las del blues, causaba honda emoción. "Su voz derrite el alma", dijo alguien al oírla.

Igual que Edith Piaf y Billie Holiday, Cesária Évora llevaba en sí muchos sufrimientos. Empezó cantando por una copa para los marineros cuyos barcos llegaban a la bahía de San Vicente. Sólo en forma tardía conoció la fama. Viajó por todo el mundo. Siempre se aseguraba, sin embargo, de estar en casa en los días de Navidad.

Ahora está en casa para siempre. Tuvo ya su propia Navidad, ese nuevo nacimiento que con la muerte llega. Seguirá con nosotros su canción, doliente a veces, otras jubilosa, y los pies desnudos de la diva descalza nos recordarán la humildad que nada más los grandes tienen.

¡Hasta mañana!...

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