COMO SI SE TRATARA de uno de los capítulos de la festinada novela Alicia en el País de las Maravillas, ahora resulta que la secretaria de Seguridad Interna (DHS) de los Estados Unidos, Janet Napolitano, reconoció que se encuentra “seriamente preocupada” por la violencia de los cárteles y sus intentos por quebrantar el Estado de Derecho en los estados fronterizos de México.
LA SEÑORA QUE VIVE por mera casualidad en el país que consume más toneladas de drogas que cualquier otro del mundo, resulta que ahora se encuentra muy preocupada por lo que pasa en el país vecino, léase México.
RECONOCIÓ SIN EMBARGO, que el problema es común y de los dos países y que la lucha en contra de los cárteles en nuestro país es seria. Agregó la Napolitano, que su país seguirá respaldando a México en esta batalla que afecta a la seguridad nacional de ambos países.
EN UNA INTERVENCIÓN que tuvo en un foro organizado por la Red Nacional Demócrata (NDN), Napolitano se resistió a caracterizar a los cárteles de la droga como organizaciones terroristas y se empleó a fondo para demostrar que la violencia que hoy castiga a México no ha cruzado aún la frontera de Estados Unidos: “Que no es cierto que la frontera (de Estados Unidos) esté invadida o fuera de control”, dijo enfática Napolitano para rechazar así las acusaciones que le han lanzado desde el partido republicano personajes como el senador por Arizona, John McCain”.
COMO SE PODRÁ ADVERTIR, la Napolitano habló de todo y de todos, pero se le olvidó, quizá en protección de su chamba, que las toneladas de drogas que se consumen en su ejemplar país todos los días del año, se satisface gracias a los miles de muertos, descabezados y colgados que sufrimos aquí en México.
ES LA FECHA, que ninguna autoridad estadounidense ha tenido el valor de reconocer públicamente, que la existencia y riqueza de los cárteles de la droga no es otra cosa, que la natural consecuencia de la adicción de los más de 25 millones de adictos norteamericanos. Los cárteles del mundo viven, prosperan y son un verdadero éxito económico, gracias a los cientos de miles de millones de dólares de las drogas que compran y consumen en su país. Lo que vemos, oímos y leemos en los diarios todos los días y aterrorizados, no es otra cosa que el pálido reflejo de la terrible lucha interna, oculta y soterrada de esos cárteles, por hacer llegar la droga al vecino país de manera que sus adictos la puedan recibir en tiempo, forma y a precio de mercado para su consumo.
UNA VEZ QUE LAS toneladas de droga pasan la frontera norteamericana (ahí nadie la detecta, ni la señora Napolitano) ésta se transforma en millones de sobrecitos tipo de “Canderel”, y así como si fueran invisibles, recorren triunfalmente carreteras, caminos, autopistas, calles, avenidas y los miles de hogares y barrios norteamericanos.
YA CON LA DROGA en sus manos, los adictos las consumen felices, contentos y satisfechos; aunque los muertos, los descabezados y los colgados en los puentes hayan quedado de este lado.
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